Me voy, sí. A quedarme helada. Esta vez, porque me da la gana. Porque lo quiero y lo he buscado.
Esta vez, el hielo sólo será físico. Frío intenso. Pero en la piel. No en el alma. Demasidas veces me quedé helada este curso que ahora acaba. Desgraciadamente, no fue por frío:
En tu coche, escuchando el puto manos libres. Nunca cuatro palabras dolieron tanto. Herida abierta... otra vez.
En aquel apartamento tan bonito y tan lleno de obras de arte. Una historia con un chófer, una historia tan vacía...
Conmigo misma. Tantas veces. Al darme cuenta que el verbo aguantar es una mierda. Que no lleva a ningún lugar. Al menos, no a ningún lugar interesante.
En mi oficina. Varias veces. ¿Qué digo? Muchas veces. Demasiadas.
En aquella comida un día con un calor axfisiante. "Aguanta. Tienes que aguantar". Otra vez el maldito verbo. Otra vez me lo trago.
En una maravillosa tienda de antigüedades reconvertida en originalísimo restaurante.
En mi cama, muchas veces. Al ver que te ibas demasiado pronto.
Tras aquella llamada telefónica, después de escuchar mi nombre.
Hielo que duele. Hielo que sólo yo he sido capaz de derretir, de convertir en agua.
Y el agua en olvido.
Me voy, sí. A quedarme helada. Esta vez porque me da la gana.
Y si alguien siente la necesidad imperiosa de buscar a esta humilde verdadosa, podeis encontrarme por aquí.
(En unas pocas horas sale mi avión hacia Argentina.
Volveré pronto, en 15 días.
Pasaré lista, os espero a todos.
Y sí, os echaré de menos.
Besos con sabor a tango).