Llevo exactamente una semana esperando un milagro. Hay quien cree en ellos, aún en estas épocas que nos ha tocado vivir. Y yo, sin creer ni dejar de creer, simplemente espero que suceda ese pequeño gran milagro que me devuelva la sonrisa.
Creo que el robo es una de las traiciones más grandes que se pueden comenter. Acto de cobardes, de los que no acostumbran a dar la cara. Me encantaría ser en estos momentos bola de cristal, echar la vista atrás y descubrir al mal nacido que se acercó a quitarme algo en lo que llevaba trabajando algún tiempo, como siempre con todo mi cariño y toda mi dedicación.
Pasan los días... y ya sólo espero ese milagro. Los cobardes no dejan de serlo de nunca. Los tramposos, tampoco. Y la gente que juega sucio, jamás.
Claro que si existieran los milagros quizá habría que guardarlos para cosas más importantes. Pero en ese gran saco seguro que existiría alguno de tercera categoría (ese que todo el mundo deja por falta de relevancia) del que me apoderaría impunemente para poner fin a una semana de pesadillas, incomprensiones, disgustos y palabras que deberían pronunciarse en otra dirección.
Si alguno de vosotros tropieza con algún milagro en las próximas horas, por favor dirigirlo a la mesa que desde el pasado jueves está más vacía de la cuenta...
Y de paso cuéntame, ¿qué milagro esperas tú?
viernes, julio 22, 2005
Milagros
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