Instantes

Desde hace ya muchos meses tengo la bonita costumbre de sonreír al ver el sol cuando abro la persiana al levantarme. Quizá es como recuerdo de aquel maravilloso mail que un día ya lejano recibí diciéndome que si yo sonreía cambiaba la concentración de oxígeno en el aire y que eso provocaba que el sol brillara más, y que no se me olvidará nunca.

Desde hace unos días, todo el mundo me ve más feliz. Ayer me lo dijo mi padre, "estás contenta, y me alegro". Al llegar a la oficina, A. también, "¿qué te pasa que estás tan sonriente?". O., al otro lado del teléfono desde su refugio paternal, "pues sí brillas, sí" al escucharme decir que todas las estaciones del año tienen su encanto.

Son instantes, momentos. Lo de Chile también ha ayudado lo suyo (completamente cierto. Primero pensé que era una broma de algún lector. Luego lo descubrí en "El Mercurio", uno de los principales periódicos de aquel país). Y ese mensaje tan bonito de P. deseándome un año "en el que no vas a tener ni un solo resfriado, te vas a comprar una casa, tus clientes van a alucinar con tus trabajos, y un hombre inteligente y sensible se va a enamorar locamente de ti".

Teniendo a ángeles de la guarda por ahí que cuidan tan bien de mí... ¿para qué le voy a pedir yo algo al nuevo año?