Últimamente, tengo la sensación de estar inmersa en un complejo máster. De esos que te enseñan mucho de la vida. El mío es de cómo hacer cosas distintas por uno mismo sin necesitar apenas de los demás. Debería dedicárselo a T., pero sinceramente no me da la gana. Ni a T. ni a nadie. No sé si es que no tengo ganas de dedicatorias o es que es otra lección implícita de ese máster que me está costando un ojo de la cara.
Pero no puedo evitar inventarme una sonrisa pensando en lo que diría T. si me viera por un agujerito.
Por cierto, odio los másters. No van conmigo. Así que a ver si en una de estas me decido a abandonar las clases para siempre aunque falten pocos días para conseguir el título oficial. Aunque eso sí, reclamaré el importe.
2 comentarios:
Yo también odio los masters, el problema es que estoy haciendo uno (realmente) y tengo que acabarlo. Estoy en el trabajo final y me falta tiempo e inspiración.
Ciertamente, son un poco una alegoría de la vida: toca aprender mucho (exceso de información) pero después te aparecen problemas con los cuales, sea por falta de tiempo, de inspiración o de que "de ésto no me avisaron", nos faltan recursos para tirar adelante.
yo tb estoy inmerso desde hace 48 años en un master ... con todos sus problemas y sus incomodidades me gusta ... y estoy dispuesto a seguir de estudiante perpetuo ...
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